Hombre de fidelidades, Carlos de Foucauld (1858-1916) quiso servir a Cristo y a su patria. Al igual que casi todos sus contemporáneos, creía en la vocación universal de Francia, concebida como unión libremente admitida de hombres diversos por la lengua materna y el origen, lo mismo que en el progreso. Coincidiendo con la teología tradicional, esta doble fe secular le hizo juzgar severamente las dos religiones del Magreb: el Islam y el judaísmo. Al procurar seguir a Jesús, humilde trabajador de Nazaret, realizó en el Sáhara un difícil ideal de fraternidad, abierta a los más pobres y a los más desheredados, y de convivencia entre franceses y magrebíes.