Lo primero y lo principal que salta a la vista en la peripecia humana-religiosa-política de Juana de Arco, la entrañable doncella de Orleáns, es la valiente decisión con que salió en busca de su destino y la impresionante entereza con que libró sus batallas, soportó su proceso y aceptó su suerte final. Con independencia de la valoración personal que a cada uno le merezca la figura de Juana de Arco, se impone una reflexión previa que parece una perogrullada; lo parece y lo es; de ahí su evidente trascendencia y su valor como reflexión: lo que pasó en Francia en aquel no tan lejano año de gracia de 1429 pasó porque era posible que sucediera. Lo que significa que los análisis, las dudas, los rechazos, la aceptación que hoy provoca en nosotros aquella peripecia habría que trasladarlos a la época. A nosotros sólo nos queda la opción de tratar de comprender.