El riguroso procedimiento de análisis que sigue este libro contempla la obra desde tres dimensiones distintas: el tema o contenido, el lenguaje y la forma estética. Tras considerar la huella del Evangelio en el arte paleocristiano, con todos sus símbolos y signos, considera su papel en la religión oficial y el primer gran conflicto sobre la adoración de imágenes. Oyarbide dedica todo un capítulo a la ilustración de códices y manuscritos por su invención de un nuevo repertorio de símbolos. La pintura románica es aquí contrastada con el gótico y su engrandecimiento de la Iglesia, con el elemento nuevo del retablo. Se escoge entonces a tres pintores protestantes (Durero, Grunewald y Cranach), considerando la importancia del grabado en la Reforma, que da lugar a dos barrocos distintos. Muy interesante también es su tratamiento de Goya en el XVIII y Chagall en el XX. El volumen se cierra al final con un directorio, un glosario y una biografía.