La relación entre los dos elementos principales de esta investigación: el humor y la sociología posmoderna, distinguida a decir de muchos por su notoria carencia de sentido del humor, puede, a primera vista, parecer absurda. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Según sus profetas, llegamos a la posmodernidad cuando dejamos de creer en la razón y en las ilusiones que nos habíamos hecho con respecto a ella. A pesar de todo, y aunque somos conscientes del absurdo de la vida social, ni el mundo ni la historia parecen haber llegado a su fin. Seguimos construyéndolos día a día, cada cual a nuestra manera. Unos votan a los políticos que desprecian, porque es su obligación cívica. Otros no creen en Dios y se casan por la iglesia para complacer a sus suegras. Hay quien escribe libros con la esperanza infundada de que algún insensato los lea. Así las cosas, ¿cómo seguir adelante? La clave podría estar en la distancia emocional. Arrojado de nuevo a las penumbras de lo incognoscible y liberado por la razón del consuelo de la fe, la descreída perspectiva humorística de la posmodernidad ofrece al individuo una visión distanciada e irónica sobre su descalabro existencial; lo que, bien mirado, resulta bastante cómico.
