Carlota entre Caracas y Madrid narra las vivencias de una niña en los años cincuenta, que por circunstancias de su familia vive su primera infancia cambiando de país continuamente hasta los diez años. La protagonista es muy viva, alegre, sensible. También es tierna, adaptándose a todo, pero sufriendo las separaciones de sus seres queridos. Tiene muchísima fantasía y enorme curiosidad por los dos mundos antagónicos en los que vive. No se achica ante situaciones nuevas o diferentes y se crece ante cualquier adversidad. Rebelde frente a la injusticia. Ella, creándose su propio y heterogéneo mundo interior, logra que los cambios le sumen en vez de restarle. Le molesta que en España le llamen venezolana y en Venezuela española. Siempre al revés. Para ella, en su mundo infantil, Venezuela significa la modernidad, la extroversión, la luz, el calor, la playa, los aviones, hablar inglés, edificios altos, coches grandes, colegio mixto, casas con jardín, gente vestida de colores, mamás que llevan pantalones, neveras, televisión, aire acondicionado? Por el contrario, España significa lo antiguo, lo viejo, la introversión, el silencio, el frío, el campo, ir al parque, a la plaza, caerse las hojas de los árboles, edificios bajos, coches pequeños, colegios de monjas, ropa de lana que pica, vivir en pisos altos sin jardín, gente con ropa oscura, mamás siempre con falda o vestido, fresqueras, tranvías, y trolebuses, oír novelas por la radio, el parte de las tres? Así he querido mostrar, de una forma casi pictórica, las diferencias entre dos países como Venezuela y España en aquellos años cincuenta y cómo lo veía Carlota. Con el paso de los años te das cuenta de cómo los niños son capaces de adaptarse a todo, si son felices.