En el principio fue el gato. Micho Negro, un gato proletario nos cuenta su accidentado nacimiento debajo de un coche aparcado en la Via Nomentana de Roma, y su posterior adopción por un hombre, Pa. La segunda es la mujer, Ma, y la última en llegar Condesa, una encantadora, elegante, aristocrática perrita. Micho Negro y Pa, por un lado, y Condesa y Ma, por otro, forman simbiosis perfectas en las que la humanidad y la animalidad se confunden, se funden, se entrelazan. La comunicación telepática entre ellos es perfecta, mucho más que la incompleta e inexacta verbalidad humana. Las voces de Micho Negro y Condesa nos hablan desde su óptica limpia y sin artificios de los sucesos fundamentales de la vida: el nacimiento, el crecimiento, el sexo, la muerte; pero también de los absurdos y las animaladas humanas: la hez acumulada en todos los rincones de ciudad, los obsesivos discursos lingüísticos de Pa y sus amigos, su religiosa veneración por los ataúdes de colores (los libros), la repugnancia de Ma por las cacerías de ratones de Micho Negro o la forzada reglamentación de las necesidades naturales (comer, dormir, defecar). Tierno y divertido, este relato de Asor Rosa describe la convivencia entre los hombres y sus compañeros del mundo animal. Con la convicción, propia del verdadero humanismo, de que el hombre no es superior al resto de los animales, y de que sólo aprender de ellos puede hacernos mejores.
