Un ejército de maestros que actuara como francotiradores. Éste era uno de los objetivos más queridos de Celestín Freinet. Un ejército -decía también la esposa de Freinet- de modestos y pacíficos maestros dispuestos a luchar a diario contra las adversidades y pobrezas, organizados como francotiradores, al margen de la ortodoxia docente y trabajando a contracorriente, incluso clandestinamente, para renovar la escuela. El mismo Freinet animó desde los primeros años de las experiencias escolares un amplio movimiento de maestros en Francia, pronto imitado en países vecinos de lengua francesa. La expansión, como gota de aceite en paño de lino, continuó por Europa y por América. Con enorme satisfacción, Freinet pudo ver antes de la Segunda Gran Guerra a ese pacífico ejército en marcha. Los ecos de tamaña maniobra todavía se oyen: maestros hay que practican las técnicas de antaño entre los pupitres de hoy.