Concibiendo la poesía como una derivación natural de la música y el juego, el autor se maneja en sus primeros años de página en blanco con estrofas, formas y temas tradicionales. Su quehacer actual ha acabado desembocando en el uso del verso blanco y del verso libre como portadores de temas más actuales y comprometidos. Leopoldo Baliña nos ofrece, ciertos años después de su composición, un texto alegre -aunque de fondo melancólicamente utópico-, fácil de leer -aunque no sin unos mínimos guiños culturales- y quizás lo más relevante, constituyente de una primera propuesta para un modelo textual que sea capaz de amenizar alguna de esas tardes de hastío o animar aquellas varias noches de pesadumbre en las tablas de cualquier plaza, llevando la poesía al pueblo, devolviéndosela, de la manera en la que siempre le resultó natural, oralmente.