Había una vez, dos madrigueras vecinas. En una vivía el señor Bruno, un conejo marrón; en la otra, el señor Grimaldi, un conejo gris. Al principio de su convivencia, se entendían a las mil maravillas. Cada mañana se saludaban amablemente: —«Buenos días, señor Bruno.» —decía el conejo gris. —«Buenos días tenga usted, señor Grimaldi.» —decía el conejo marrón.