Detrás de “Ningún burro lee” hay una vasta labor de campo, cientos de horas de conversaciones, fábulas que han quedado entretejidas en el relato de muchas vidas, una ingente búsqueda de recuerdos, leyendas transmitidas de padres a hijos y de abuelos a nietos y un único objetivo: que la sabiduría popular no caiga en el olvido. La labor de mi querido amigo y compañero Alberto cobra importancia en este tiempo de globalización social. En este siglo XXI todo ha quedado mimetizado, se ha llegado a una similitud de las ciudades, una semejanza de vida, un mismo modo de vestir, comer y hablar, los clichés se reproducen simultáneamente en cualquier punto del planeta y todo ha dejado de ser único hasta llegar a la despersonalización. Los orígenes, costumbres, ritos, historias y leyendas de nuestros antepasados van a articular la diferenciación ante esta era de aplanamiento del mundo.