«Estos trabajos, fruto de una dedicación sostenida, aunque con intermitencia, a lo largo de los últimos veinticinco años, abordan ciertos temas de la Edad de Oro con la pretensión de no soltar el hilo de una tradición filológica e histórico-literaria que ha logrado grandes hitos en la ciudad gracias a maestros como Emilio Orozco , Antonio Gallego Morell , Nicolás Marín , Andrés Soria Ortega o Juan Carlos Rodríguez . »Sus nombres (una forma de homenaje tan modesta como pertinente) se reiteran en las notas a pie de unas páginas donde una y otra vez vuelve a escribirse el nombre de Granada, de sus jardines, sus monumentos, los momentos de su gloria pasada, los códigos imaginarios y culturales que sostuvieron e inventaron su nombre. Tales códigos fueron siempre europeos y quizá todavía universales, como lo era la filosofía o filografía que resumió y difundió el exiliado —portugués, español, italiano, judío y por ahí también árabe— León Hebreo , a quien probablemente leyeron todos los autores que de que aquí se habla, de modo directo o indirecto.»
