Aunque bilbaíno, la mayor parte de la vida de Larrea transcurre en Perú, París, México, Estados Unidos y Argentina. «El azar le lleva a uno por todas partes». Etiquetado como un hombre de la generación del 27, de la que él no cree formar parte, es condiscípulo de Gerardo Diego , que le anima a publicar y le relaciona con Vicente Huidobro y César Vallejo , con quien «desde entonces fuimos amigos y vivimos juntos, hasta la situación actual, en que soy blanco de todas las iras de la viuda, que está loca». El autor de Oscuro dominio (1934) le considera «el poeta absoluto. No conozco ningún poeta semejante a Vallejo», y sobre él publicará más de treinta libros. En 1926 rompe con España y con la lengua, y vive en París en el círculo del surrealismo, escribiendo en francés. «No podía adaptarme a España. Me faltaba atmósfera. Concebí la idea de irme de nuevo al más allá, a los picos de los Andes». De una manera casual, en los años treinta, empieza en el Cuzco una importante colección de arte incaico, de la que hace donación a España en 1937. Comprometido con la República, su trabajo en la Embajada española de París le lleva a ocuparse del Guernica de Picasso . Entre sus premoniciones, una muy signiticativa: «Cuando vi que Vallejo se estaba muriendo en el 37 creí que España también se estaba muriendo, como así fue».
