La cultura de la guerra impregnaba casi todos los aspectos de la vida en la España del Siglo de Oro, siendo trascendente tanto en la dimensión económica, como en la social, cultural y, por supuesto, política de aquellos tiempos. Por parte de las instancias del poder había una clara intencionalidad de que el mensaje esencial de la política exterior, junto con sus objetivos, fueran conocidos y compartidos por la gran masa de súbditos de la monarquía, para poder llevar a cabo empresas tan amplias y ambiciosas como se proponía el titánico imperio español de aquellos tiempos. La literatura se mostraba así como un instrumento de propaganda para convencer a los “españoles de a pie” de la bondad de los costosísimos sacrificios a los que se veían abocados. Pero, además, los autores, al estar ellos mismos imbuidos de esa misma cultura de la guerra, consideraban que, el de los hechos militares, era un tema bastante atractivo y recurrente para su éxito casi inmediato ante el gran público; sobre todo si en sus obras se exponían los hechos gloriosos y las hazañas de los españoles y la propia condición excepcional que se tenía de ser español por aquel entonces. En pocas actividades se reflejan tan bien esos principios como en el sublime teatro español del siglo de Oro, donde, de una forma absolutamente efectista (es esto, precisamente, uno de los objetivos fundamentales del género) se ponen de manifiestos todas estas grandezas, aunque también las miserias, para hacerlo todavía más comprensible y realista.
