El arte del vino parece depender, desde el origen de los tiempos, de una alquimia divina. De una mixtura espesa y pegajosa que borbotea, nace un néctar límpido que provoca euforia y admiración, seduce tanto al espíritu como a las papilas. Si además se pronuncian algunas palabras mágicas como Haut-Brion, Yquem o Tokay, Meursault, Chambertain o Petrus, Pommard, Oporto o Romanée-Conti, la leyenda teje los hilos de una magistral historia que liga la viticultura a la enología. Esta obra nos invita a penetrar en una cava ideal, aquella que hubiese reunido los cien vinos más prestigiosos del mundo. Las cien botellas ideales, seleccionadas entre los champañas excepcionales, los vinos blancos más valiosos y los vinos tintos más exquisitos: estos caldos de gran renombre, franceses, californianos, españoles, alemanes, italianos o australianos, en los cuales la historia de la tierra se mezcla a la de los hombres cuando se llega a ese grado superior de civilizaciones que expresa, en un vaso de vidrio, un trago de pura felicidad.
