Vadim trabaja como relaciones públicas en un banco de Latvia. Y odia profundamente su trabajo. Pasa gran parte del dÃa jugando en el ordenador a su juego preferido: Headcrusher, además de escribir mails insultantes sobre sus jefes. Cuando su superior le descubre, Vadim, en un arrebato de rabia y frustración, lo mata. Después, se carga al guardia de seguridad porque ha sido testigo. Matar a gente le resulta tan sencillo com juegar a un videojuego y Vadim se embarca en una carrera sanguinaria de matanzas, eliminando a cualquiera que le irrita. De este modo pierde por completo el contacto con la realidad. ¿Dónde termina la verdad y comienza la fantasÃa? ¿Es la vida como un videojuego? Sus inquietudes son: la aplastante crueldad y sentido del humor de Tarantino y la fuerza virtual de Matrix. El nuevo El club de la lucha.