Utiliza magistralmente don Miguel Ávila la mordacidad irónica, que termina convirtiéndose en una suerte hemenéutica para producir el distanciamiento , en un doble sentido; en primer lugar, de sí mismo y evitar así tomar demasiado en serio lo que se profiere y, en segundo lugar, adquirir la distancia precisa que traslade la perspectiva justa para no desenfocar los asuntos de los que se trata. Es, pues, un texto tan transido de temporalidad que lo hace atemporal, puede decirse que pone de manifiesto la actualidad de lo inactual. Remedando a mi bien amado don Antonio: Ya se oyen palabras viejas. Pues, aguzad las orejas.