Charles Coutel analiza la urgencia, provocada por la Revolución Francesa (1789) y por la Declaración de los Derechos del Hombre, de instituir la ciudadanía. Lo que a Condorcet se le presentó no solo como tarea, sino como una exigencia del pensamiento y de la acción que encierra una contradicción: para instituir al ciudadano es necesaria la educación para la ciudadanía, y para que la educación cívica sea posible, educador y educando deben ser ya ciudadanos. Este libro muestra cómo esta dificultad fue pensada a través de distintos conceptos de filosofía política (un espacio público condorcetiano, un espacio público roouseeauista, dos concepciones diferentes de la nación) en los proyectos de instrucción pública y de educación nacional presentados a la Asamblea. Condorcet, señala Ch. Coutel, logra salir de esta dificultad e inscribe esta institución (que compromete a todos los ciudadanos, pero sin instrucción son incapaces de darse cuenta de ello) en una historia general de las Luces y de la libertad: es su teoría del Progreso. Es el régimen político republicano (que orientará los destinos de la Revolución) el que al garantizar la libertad y la igualdad hace posible proyectar en toda su potencia la expresión instituir al ciudadano.
