El jurista clásico que acuñó la definición del abogado como vir bonus dicendi peritus tuvo que presentir a Ataúlfo López-Mingo Tolmo. Como sin duda presintió que los tiempos tormentosos y confusos que iban a suceder olvidarían pronto los dos términos del concepto. Que, bueno es recordarlo, deben hacer su andadura por el camino del Derecho, juntos e inseparables. Con un matiz: el hombre bueno, puede quizá, con más o menos esfuerzo, llegar a saber derecho y ser un experto en decirlo. No sucede lo mismo en sentido contrario, porque quien no es bueno, por mucha ciencia que albergue, nunca será abogado.