La mirada del verdugo por si misma casi nunca ofrece una redención de sus hechos. Sin embargo, Rivas, con una habilidad sobrenatural para las palabras, nos ofrece la mirada de ese verdugo en uno de los tiempos más oscuros de la historia reciente de España, una mirada atemperada por el lápiz de un carpintero perteneciente a un pintor muerto de un disparo en la cabeza. Herbal es el guardia de prisiones, celador, perseguidor y sombra del Doctor Da Barca. El odio de Herbal hacia la persona de este joven mádico gallego es difuso a veces, acerado otras, pero siempre constante a lo largo de esta historia donde se mezcla la crónica negra de España en sus peores momentos con un sentimiento de lo mágico y lo numinoso, lo gallego y lo mundano, por decirlo de algún modo. Así pues esta es la historia de la relación entre dos hombres destinados a verse desde ambos lados del muro, donde el que guarda prisiones envidia al prisionero por razones que vagamente comprende. Sin embargo Herbal -este hombre duro de nombre vegetal y pecho dábil- no está sólo. Está acompañado por el alma de ese pintor al que mató -como acto de piedad, rápidamente- de un tiro en la cabeza que reside en el lápiz de carpintero con el que este dibujaba el Pórtico de la Gloria. La presencia del pintor en el alma de Herbal le ayuda, de algún modo a sobrevivirse a si mismo, pues Herbal es en el fondo un hombre brutal en una ápoca baldía y yerta para la esperanza, y el Lápiz le da la posibilidad de mirar el mundo con otros ojos diferentes a los que los demás le atribuyen. Y le educa en la percepción de la belleza, que a veces consiste en no matar al lobo. (...)
