La obra cerámica y escultórica del catalán Joan Miró, que combina grandes volúmenes con pequeños objetos de uso cotidiano, se caracteriza por una unidad lograda a través de conceptos opuestos y en permanente tensión. Miró nació en Barcelona (España) en 1893. Comenzó sus estudios artísticos a la edad de 19 años, de la mano del pintor Francisco Galí. Pero no fue hasta 1940 cuando su lenguaje se halla lo suficientemente maduro como para explorar nuevas vías de expresión, que el artista catalán decidió consolidar su vocación de ceramista y escultor. En esta etapa, su búsqueda se centró en la obtención de nuevas texturas, a partir del estudio de diversos materiales y técnicas de horneado. Los pares de opuestos masculino-femenino, lleno-vacío y claro-oscuro constituyen los temas principales y aportan a sus obras el equilibrio y la unidad que sólo se consiguen a partir de la tensión. Tras su muerte, en 1983, Miró dejó un rico legado en esculturas y cerámicas que se exhiben en diversas ciudades del mundo. Los murales para el edificio de la UNESCO, en París, y para la Universidad de Harvard, en Cambridge, son una viva prueba de su genio.
