Tomando como punto de partida una carta inicialmente dirigida a sus hijos, y sobre el trasfondo de una experiencia vital que va y viene entre Europa, África y Norteamérica, Pep Subirós nos propone una reflexión crítica sobre nuestro estilo de vida y las condiciones que lo hacen posible, y en particular sobre la cada vez más difícil articulación entre proyectos personales y formas colectivas de existencia. Nuestra vida personal y nuestra vida social, nos recuerda Subirós, no son más que dos aspectos inseparables de un mismo proceso; somos lo que somos sólo con los otros y a través de los otros; por tanto, no podemos construir nuestro bienestar y nuestra felicidad sobre la miseria y la infelicidad ajenas. Porque, como dicen los dogones, todas las aguas se comunican, del mismo modo que, a la corta o a la larga, todo se contagia: el placer y el dolor, la alegría y la tristeza, el coraje y el miedo, el conocimiento y la ignorancia, la generosidad y la mezquindad, el respeto y el desprecio, la lealtad y la traición, el amor y el odio, la capacidad de diálogo y la violencia. Robarle espacio al infierno, ensanchar lo mejor que tiene la vida; recordar que el mal no es inevitable, que no todas las buenas luchas se pierden; éste es el hilo conductor de un libro que nos invita a repensar, lejos de toda actitud nostálgica, aquellas cuestiones básicas que nos hacen ser más o menos felices. Un libro, pues, que habla de la vida tal como es y tal como podría ser, y que nos interpela a todos.
