Humor, precisión y sobriedad, tres virtudes flaubertianas, sirven a Juan Luis Martínez para reconstruir la vida del protagonista de la presente novela, desde su nacimiento hasta el alzheimer final. La revisión del mencionado periplo se aborda desde dos perspectivas fundamentales: la externa, conformada por las peripecias vividas en la vieja casa familiar, con los amigos de la infancia o durante el paréntesis enloquecido de guerras, convulsiones y fugas, y la interna, en la que el cuerpo, la caja blanda, microcosmos y macrocosmos a un tiempo, se convierte en el mapa, la disculpa y el lugar de encuentro de las referencias biográficas. Y acaso porque la mera biografía no es nunca plenamente satisfactoria para comprender el mundo, acaso porque, como expresa el mismo autor, “cuando acabé, me di cuenta de que todas las fotos juntas no eran más que un mal remedo de mi vida”, la novela es también una indagación intelectual que contempla distintas concepciones del mundo, abordando problemas como la muerte, la teoría de la evolución, la educación sexual y sentimental y, cómo no, las variopintas y siempre intrigantes formas de la filosofía mundana.
