Estaba un poquiñín escorado a estribor; pero muy poco, casi nada. Si no fuera por las cuerdas y las escalas de gato que colgaban, no se notaría la escora. Tú lo ves, un suponer, y dices:Qué coño, ese barco está adrizado. Tú o cualquiera que no ande metido por la mar toda la vida y que se fije mucho. Y con esto no te quiero faltar, que conste. Pero cada cual, a su oficio. Más que nada, daba respeto el silencio, que, por no haber, no había ni una gaviota que berreara por el aire. ¿Tú ves el Barco Fantasma ése, o algo así, ¿cómo se llama?, el Buque, eso es, el Buque Fantasma, que hay una zarzuela o una ópera de música que cantan? Pues igual, chico; lo mismo que la zarzuela. Mayor fantasma que aquel dichoso barco, y más imoponente, yo no lo ví en la vida nunca jamás, te lo juro como que me llamo Palillo, para servir a Dios y a usté que lo vea.