“La vida de una persona sagrada está empapada de energía. Somos como esponjas rellenas. Nuestras vidas son una danza de energía y la gente se da cuenta de eso y nos adoran. Después, siempre estamos en la escena pública y nuestro comportamiento debe ser el mejor. No discuto, no lucho, no odio, no critico y nunca he pronunciado una palabrota. No he perseguido a las mujeres y he controlado mi lujuria con ellas. No me he aprovechado de nadie. No he cobrado por curar, sanar o dar consejo, aunque sí he aceptado los obsequios de gratitud que la gente me ha traído. Nunca he probado el alcohol o las drogas; ni siquiera he utilizado el peyote como lo hacen en la iglesia nativa americana. Wakan-Tanka puede llevarme más lejos que cualquier droga. Gracias a ello y a mi vida espiritual, la gente me respeta”.