Su radical ambigüedad y su fina ironía hacen del Lazarillo una obra abierta a múltiples lecturas. Es el sino de los clásicos. Para unos, es una obra fundamentalmente cómica: para otros, encierra una feroz sátira social y anticlerical. En lo que sí hay absoluta coincidencia es en resaltar la genialidad del anónimo autor, quien. alejándose de los relatos caballerescos y míticos, supo poner los mimbres cíe un género nuevo: la novela.