En Saint-Jean no muere nadie, excepto el propio pueblo, cuyo lúgubre cortejo está formado por un cura sádico, una anciana hipocondríaca, un tabernero avaro y un sacristán bobalicón. Así las cosas, los dos últimos empleados de la empresa de pompas fúnebres Edmond Ganglion e Hijo --un viejo y cazurro enterrador, y su joven y emotivo ayudante-- matan el tiempo lustrando lápidas. Harto de su ruina, el emprendedor Ganglion se angustia y reza para que su suerte cambie, hasta que, para sorpresa de todos, surge un muerto y da comienzo la más grotesca marcha fúnebre. Jöel Egloff consigue con esta primera obra una proeza de humor negro y acción. Una novela insólita que roza lo fantástico, acaricia lo morboso, visita lo sórdido y flirtea con el crimen. Cuento filosófico mordaz, calibrado como una máquina de relojería, Edmond Ganglion e Hijo ofrece una metáfora dinámica de nuestra obcecada ignorancia, evocando la ruina del mundo empresarial tras las huellas de Buster Keaton y Samuel Beckett.