El paisaje teológico del continente africano está en plena mutación. El cristianismo ya no tiene el monopolio público y absoluto del discurso teológico negroafricano. Hoy se trata de reconstruir y de recordar alto y fuerte las exigencias de lo humano, a través de un acuerdo profundo con la utopía fundamental de Dios en su relación con el mundo (Kä Mana)