El tiempo, el humo, el pasado, confirma la voz juvenil y acendrada de un viejo poeta, Joaquín Gurruchaga , vasco de San Sebastián nacido en 1910. Su primer libro, Últimos poemas (Calambur, 1995) señalaba la revelación de un poeta hasta ese momento desconocido, pese a la labor silenciosa de toda una vida. Es precisa mucha sabiduría, decantada por el tiempo y la vigilia constante de los sentidos y la memoria, para llegar al frescor y transparencia del presente libro, en el que el poeta reafirma su concepto del poema como delgada sombra de la vida. Narrativo y lírico, realista y fantasmagórico, el poeta insiste en su monólogo íntimo y vehemente, poblado de recuerdos y presencias: guerras, periódicos, calles, rostros, nubes o silencio. Las anécdotas de lo cotidiano, en las que el lector se reconoce, exhalan de pronto un aroma secreto: el de la vida y la muerte, el del amor, el de la existencia, el de la misma poesía como expresión trágica y sosegada. Joaquín Gurruchaga elige una poesía de la experiencia trascendida, surgida del azar con palabras que han abierto los ojos, / palabras que han nacido, / que se han despertado de repente.
