Firmemente convencido de que había sido designado por Dios para restaurar la pureza de la fe de Abraham y Moisés, una fe resquebrajada al caer de nuevo pueblos enteros en la idolatría, Mahoma se propuso difundir la palabra divina y restablecer el culto al único Dios. Para ello, utilizó primero el convencimiento, y luego, si éste no daba los frutos apetecidos, la espada.