En los últimos ocho años, hemos pasado de celebrar la posibilidad de una participación de la gente común en la política a casi dimitir de ella en favor de una visión anacrónicamente tecnócrata. ¿Cómo salir de la crisis de la democracia? Necesitamos distancia histórica para comprender que existen otras maneras de plantear el gobierno del pueblo. Necesitamos, también, claridad acerca de cuál es el mecanismo de la democracia que queremos poner en práctica. Sin esa claridad nos entregamos en brazos del fetichismo, tomamos como evidentes e incuestionables las divisiones políticas Óy los debates espurios que fomentanÓ y a los especialistas políticos Ócon los caprichosos privilegios que se arrogan sobre la ciudadanía común.