Los libros tienen, necesariamente, un tamaño, unas dimensiones físicas que vienen señaladas por los dobleces del papel en el que se imprimen; desde el generoso atlas hasta el minúsculo 32º, incluso, en algunas raras ocasiones, más allá de esta diminuta medida. Entre ellos, el 8º ha sido el referente histórico de millones de libros, la guía de todos los demás, como recordaba el primer tratado de imprenta español. Formato modélico que ha recibido diversos nombres de uso: libro de bolsillo, de faltriquera, etc., señalando el lugar donde se acomodaba para su traslado, lectura y disfrute.