Como ocurre con los ordenadores, el “sistema operativo” con el que entendemos el mundo y la escuela ha quedado obsoleto y requiere una actualización urgente. Estamos ante un nuevo paradigma: es tan importante aprender matemáticas como aprender a mejorar el mundo en el que vivimos. De hecho, es perfectamente compatible. La experiencia vital de niños, niñas y jóvenes tiene que activarles como “agentes de cambio”. La educación necesita recuperar su propósito esencial.