Hay en estos poemas pasión hedonista y, también, la fiebre del después. Un farero resiliente, quizás el último de su oficio, contemplando los restos de todos los naufragios. Atesora, a modo de inventario, lecturas reposadas; apilando cadáveres de aquellos que fueron o somos: las inevitables 1979 muertes diarias. Nadie saldrá vivo. Álex Gil