No cabe ninguna duda respecto al hecho de que Charles Baurdelaire , además de poeta original, de punzante lucidez acerca de un instrumento artístico, fue pionero en reflexionar sobre la modernidad en tanto la realidad bifronte: así como en su tiempo, el de la cultura decimonónica, podían ya preveerse nuevas expresiones de la conciencia y del arte, también era obvia, para él, la implantación, a nivel de la sociedad, de una profunda fisura espiritual. En este sentido, los textos conocidos como Diarios íntimos -en verdad anotaciones marginales, entrevisiones, ensayos en estado larval-, constituyen una inigualable introducción del pensamiento vivo de Baurdelaire . Con estas astillas y estallidos -no casualmente los títulos de ambas secciones: Mi corazón al desnudo y Cohetes - queda demostrada una vez más esa noción central de un arte logrado, aquel capaz de materializar las más personales intuiciones a la vez que de hacerse coherente con un pensamiento implícito, no siempre visible a primera vista, pero activo. Es en la crítica a la sociedad moderna y, dentro de ella, a ciertos preconceptos acerca del escritor y la literatura, donde persiste nítida la actualidad del gran poeta francés.
