CAPÍTULO XXVIII -Venía dispuesto a terminar la novela, el sexo del amor, y sólo tuve fuerzas para sobrevivir. Viví nueve días atolondrado, perdido. Pensando que todo estaba un poco sucio, que nada era correcto. Casi todas las mujeres que tienen relación (alguna) conmigo la desean a Ella. Ella me desea a mí, pero como soy el único hombre prohibido para ella, duenne y sueña tranquilamente y, mientras tanto, enloquece , a todas las mujeres de amor, ella, precisamente, que es ella misma, una loca de amor. Yo primero quiero que se gane la vida sin ejercer la prostitución, después haremos el amor y, después, aún, construiremos una conversación. -Primero garchar y después hablar, interrumpió el Master. Menassa, al Master le pennitía cualquier frase pero, esta vez, algo le habÍa molestado y se lo hizo saber de esta manera. -Hay cosas que dañan a todo el mundo y yo, también, soy parte del mundo. El Master se quedó en silencio, y Menassa siguió hablando: -Pienso, que tengo que dejar de hacer lo que no hago. El Master esta vez agregó, rápidamente: -Psicoanalizarse, ¿por ejemplo? y Menassa de una manera sencilla prosiguió: -De las mujeres que amo, Ella está muy reflexiva, me da un poco de miedo. La otra está muy apasionada, me da mucho miedo y la otra cree que es escritora, estoy aterrorizado. Es decir, frente a tres posibilidades tan dispares, no sé qué hacer. Si vivir, si morir, o ser eterno- -¿ y por qué no se garcha a alguna de esas tres mujeres? -Yo nunca me garcho a,una mujer, dijo Menassa y frente a la cara de sorpresa del Master, trato de explicar:
