Yo, Adelheidis, abadesa de Gandersheim, llegada al final de mi siglo, dejo a mis hijas es-tos pergaminos de cuero finísimo envueltos en tejido de damasco y sellados. Contienen las memorias de mi madre, tal como las dictó mientras tuvo aliento. No hablo de mi madre según la carne… Mi madre es Hildegarda, abadesa de Rupertsberg.