Lo que nos interesa, por encima de todo, es el hombre Tomás, el intelectual Tomás; incluso, si se quiere, el santo Tomás, pero no, desde luego, un montón de doctrinas consmológicas, antropológicas, morales, físicas, filosóficas, antropológicas, morales, física, filosóficas y teológicas que llegaron a expresarse a través de su pluma en el siglo XIII. Tómas no fue para nada un fanático de lo tradicional ni un repetidor inmovilista de las soluciones ya trilladas. Tuvo abiertos sus ojos de los problemas, se esforzó incluso en formularlos como tales y en ponderar las razones que avalaban las respuestas que a él le parecían equivocadas.