Dicen los viejos genealogistas que los pueblos que daban nombres personales a sus individuos lo hacían a los pocos días de haber nacido, y como el niño no tenía otra referencia personal que le distinguiera, dábanle alguno de los abuelos, o de algún pariente próximo, en la creencia de que sus cualidades pasaban a esa nueva generación; o del mismo modo utilizaban las primeras palabras del padre al ver por vez primera a su hijo, o los deseos de felicidad. Así nacieron los nombres que más tarde se asociaron a los de la familia, dando origen a los apellidos en la antigüedad. Este libro trata de recorrer el trayecto evolutivo de los nombres familiares procedentes de los distintos grupos culturales que ocuparon el solar toledano, y cómo algunos han llegado hasta hoy después del mestizaje de la mayor parte de la población, a la que dejó de preocupar la procedencia de los demás, salvo en aquellas situaciones de antaño interesadas en mantener privilegios o la propia etnia, para acabar integrados en una sociedad a la que costó superar sus propios traumas históricos. Hoy, cuando existe un interés creciente por encontrar las raíces familiares, este libro puede servir de orientación e información para esta noble tarea.
