El homenaje a un hijo vencido por la enfermedad al inicio de su adolescencia resulta tan doloroso como necesario para unos padres que conviven con su recuerdo, hecho ahora grito en el silencio. Sergio, un niño lleno de vida, defensor de la naturaleza y luchador hasta lo indecible, alcanza su parcela de inmortalidad por méritos propios. Sus risas, sus gritos infantiles resuenan en el aire para siempre y su eco vibra en estas líneas, escritas por un padre desgarrado por la tragedia pero deseoso de consuelo y comprensión para salir victorioso de la batalla contra el acero de su inagotable pena.