Corte y religión pueden parecer, a primera vista, dos términos poco compatibles, sin embargo, en la España del Siglo de Oro conformaron las dos caras de una misma moneda: la del poder. Esto pudo darse por la abundante presencia de religiosos en el entorno real y su peso específico en los círculos de toma de decisiones. Los clérigos no sólo aportaban el consuelo espiritual y marcaban las pautas de comportamiento, sino que, merced a su participación en juntas, consejos, intigras y conjuras, colaboraron en la caída de los validos o en las directrices a adoptar respecto a la política exterior. Esta obra nos narra, gracias al empleo de una amplia documentación y la lectura detenida de abundanres sermones de época, cómo fue la intervención en tareas gubernativas de la Iglesia en el Barroco.