Implacable autor –sobre todo consigo mismo- y densa literatura. ¿Ocho años vertidos en un solo poemario o una obsesión imposible de vencer y dar pácifica tregua? La respuesta sólo puede encontrarse en las presentes páginas. Cada nuevo libro de Diego Medrano parece ser una nueva razón para el fuego y su espita. Voz originalísima dentro del panorama literario contemporáneo, autor polémico en una tradición donde la heterodoxia es llevada al límite; teórico y ejecutor de sus propias polaridades, constante caudal de libros y obsesivo o maníaco con toda clase de materia literaria. Muchos quedarán sorprendidos con este poemario secreto del autor, en mitad de todos sus libros anteriores, para el que confiesa sin tapujos: “Me he dejado la piel en él, mientras me iba racheando o aireando en otro buen número de prosas y sueños, persistentes cartografías personales y señales que pronto verán el cabrilleo de luz sobre el agua de su inmediata publicación”. La voz de Medrano, metálica en todas sus formas, polimorfa en su expresión, para bien o para mal, es ya un signo en mitad de una sociedad aletargada, donde voces similares surgen “con la seguridad de aquellos que sólo pueden temerse a sí mismos”, como dijo de nuestro autor determinado Premio Nadal de nuestra narrativa más sugerente, provocadora y actualísima. Ocho años de metal en vena, ceguera azul de quien profundiza en sí mismo hasta el fanatismo.