En el mundo occidental, todos parecemos estar de acuerdo en algo: no hay que depender de nadie en absoluto. Es una convicción, un estribillo que oímos en casa, desde pequeños. Un instinto cultivado y reafirmado constantemente en nuestra vida cotidiana: depender es malo, hay que evitarlo. Pero existe una paradoja: nuestra sociedad se basa en no depender y, a la vez, fomenta la dependencia, la adicción, hasta el punto de convertirla en el aire que se respira, sin que se pueda reconocer como tal. Por eso, un libro sobre nuevas adicciones: porque aporta un poco de conciencia, los datos, los nombres, los mecanismos a través de los cuales las dependencias se abren paso, precisamente en un mundo que nos exige a todos ser inmunes a todo tipo de dependencia. En realidad, este libro ayuda a no tener miedo de la dependencia. Y, para liberarse de las dependencias (nuevas y viejas) que destruyen la vida, es necesario revalorizar los vínculos afectivos genuinos, las cosas importantes, las personas significativas en nuestra propia vida.