París, 4 de junio de 1908. Los restos mortales de Émile Zola son trasladados al Panteón entre una multitud que llora la muerte del gran escritor. A la mañana siguiente, el marionetista ambulante Hubert encuentra un retrato del fallecido, pintado por Cézanne. Este descubrimiento coincide curiosamente con el secuestro de Paul Cézanne, hijo del gran artista. Lalie, la novia de Paul, camarera en el Café L’Ermitage que está a la espera de publicar su novela sobre Cézanne, recibe la visita del comisario Francillon, que le da la noticia.Entonces Lalie, preocupada por su novio, empieza a investigar por su propia cuenta y descubre un extraño anuncio en la prensa, que ofrece “cambiar la cabeza del hijo del pintor por el retrato del artista de 1908.” Lalie se encuentra profundamente confusa.¿Cómo podía Cézanne, que falleció en el año 1906, homenajear a Zola dos años después de su propia muerte? Su sorpresa es aún mayor cuando, a los pocos días, el propio artista llama a su puerta. Cézanne le explica que Lichtenberg, que fue su protector, se había convertido en su verdugo. Hace dos años el marchante de arte le propuso al pintor (que estaba cansado de las transacciones comerciales, de la fama y de la gente) darse por muerto y retirarse a un pequeño pueblo en la Provenza para pintar tranquilamente. El día del traslado de Zola, Cézanne rompió su aislamiento y el pacto con Lichtenberg al presentarse con el cuadro, que levantaría sospechas sobre su muerte…