En una mañana de agosto del año 330 a.C., de toda grecia acude gente para presenciar el combate decisivo entre los más grandes oradores del siglo: Demóstenes y Esquines. ¡Qué espectáculo más digno de oirse -exclama Cicerón- que aquel duelo a muerte entre dos oradores supremos, reforzado y enardecido por sus enemistades! Habla primero Esquines, quien, con un formidable discurso, ataca al reo Ctesifonte; éste había propuesto coronar a Demóstenes como patriota. Ctesifonte se defiende brevemente, y enseguida Demóstenes, como abogado, pronuncia su áureo y portentoso discurso Sobre la corona, culmen de la oratoria universal. Éste es el discurso que aquí se ofrece.