Eran las siete y media de la tarde cuando, allá a lo lejos, por la puerta de la fábrica de cervezas, salieron los dos hermosos caballos percherones del señor Cañafría. Arrastraban un carro que llevaba doce barriles de cerveza. Había que darse prisa, antes de que anocheciera debían estar los doce barriles repartidos en los chiringuitos de la feria. ¡Al día siguiente era la gran fiesta!. Justamente pasaban por un puente cuando ocurrió la catástrofe: los caballos dieron un tirón tan fuerte que tres de los barriles se cayeron del carro, se estrellaron contra la barandilla del puente y se precipitaron con gran estruendo al agua del río. Era la hora de la puesta del Sol, por eso estaba el astro medio escondido en el agua. El sol bostezaba de cansancio. Mientras tanto, las olas de cerveza le entraban por la boca. Tragaba sorprendido. Y, como le gustaba, seguía bebiendo y bebiendo…hasta que se puso a cantar.