El jardín supone un punto de no retorno en la vía de depuración y despojamiento iniciada en sus dos poemarios anteriores. Situada en los límites más extremos de la conciencia, una mirada lúcida y cansada contempla el mundo y la vida desde la que cree última vuelta del camino, asumiendo sin estridencias que también el día agoniza, mientras suena la música, pero sin lágrimas.