Vikram Babu, cestero a la orilla del Ganges del siglo XVII, heterodoxo respecto a todas las creencias pero con fama de sabio, se acostumbró a ofrecer, a cambio de las preguntas que le hacían sobre cómo afrontar sus problemas, pequeñas composiciones poéticas que, en lugar de soluciones, ponían a cada cual en disposición de responderse a sí mismo. A la rigidez de los preceptos religiosos y de los análisis filosóficos oponía la intensa vibración de la vida, algo que traduce, aseguraba, mejor una imagen que mil abstracciónes. Sus poemas han sido trasmitidos de boca en boca durante generaciones.