Son horas de urgencia que nos arrastran a todos. Cuando escribo esto hace un mes que tengo el cuaderno de la literatura cerrado, los personajes de la historia que estaba escribiendo se me fueron, se escabulleron de la enorme marea negra, como huyeron los peces del fondo del mar. Los mismos lugares en los que estaba imaginando aquella narración que escribí hace un mes, el Castero de Baroña, la Serra da Barbanza, Louro y las tierras de Muros, fueron alcanzados por la pozoña, esos lugares de mi imaginación se ensuciaron. No hay cabeza más que para lo que ataca a esta ribera atlántica. La realidad tiene por norma conservar una distancia de cortes a con la imaginación, pero en esta ocasión tiempo urgido, fui raptado por esta realidad violenta. Y así en los primeros días fui al lugar del crimen, la costa dañada, para ver lo que la Administración no quería ver y para contarlo. Tengo la impresión de que empecé relatando una catástrofe ecológica y humana, y también la soledad en la que estaban el lugar y la gente, sepultadas bajo un manto de silencio interesado. Allí había una desgracia enorme y para la Administración no pasaba nada, los gobernantes habían escapado lejos y en dirección contraria, tierra adentro. Suso de Toro