La clase política ha evolucionado a casta parasitaria, a aristocracia burocratizada hereditaria. Patente en los casos de Leire Pajín y Bibiana Aido, los puestos se transmiten a una nueva generación cuya única experiencia es la de la vida interna de los partidos. Esta degeneración democrática tiene su origen en la idealizada transición. Ha llegado el momento de proceder a su revisión a la vista de sus negativos resultados a largo plazo. Ni las Cortes franquistas se suicidaron, ni la transición ha sido pacífica. Frente a la hagiografía cortesana, la transición se caracteriza por la hiperinflación de políticos, en dimensiones insostenibles, y por la cesión hacia los nacionalistas, hasta propiciar riesgo cierto para la unidad de España. La transición como desastre nacional obliga a un replanteamiento del papel jugado por cada protagonista en un proceso pragmático que se edifica sobre una ley electoral nefasta que propicia la oligarquización de los partidos. Libro clarificador y regeneracionista.
