Cuando Agnès abandonó su casa en Benin y llegó a Barcelona, tenÃa dieciocho años y nunca habÃa visto el perfil de una montaña. Tampoco sabÃa qué era una escalera mecánica, ni habÃa entrado en unos grandes almacenes, pero traÃa consigo toda la sabidurÃa de su tierra, los cuentos que habÃa escuchado de boca de su abuela, el respeto por lo que le resultaba diferente o extraño, y unas ganas inmensas de escuchar. Es un libro que puede compararse a La hija del Ganges porque: habla de un paÃs exótico, con tradiciones y costumbres peculiares, de otra forma de entender el mundo, de la integración entendida como filosofÃa de vida.